lunes, 8 de diciembre de 2014

Las botas nuevas

Caminaba distraída. De pronto las vi. Pregunté el precio y me fui. Era mucho más de lo que podía permitirme. Seguí caminando sin que pudiera sacármelas de la cabeza. Era una lucha interna entre el querer y el deber. Arrastrando los pies volví. Evidentemente ganó el querer. Utilicé un argumento convincente. Realmente las necesitaba Y si bien no eran baratas, eran de calidad, y las cosas buenas salen caras decía mi abuela. La vendedora sonrió al verme. Disfrutaba por anticipado el llanto de mi billetera. Me trajo el par.
- Son australianas, valen cada centavo. No te vas a arrepentir.
Me descalcé e intenté ponermelas. No me entraban. Una mezcla de alegría y desilusión se apoderó de mi.
- Es sólo al principio. Luego se amoldan. Es tu número, empujá.
Las botas no tenían cierre ni broche. Un elástico a los costados hacía el trabajo.
Transpirando logré calzarme. Eran realmente cómodas. No me apretaban y mis cansados pies parecían agradecidos.
- Las llevo.
Después de tres cómodas cuotas sin interés y un gran remordimiento me fui.
A la mañana me levanté con el tiempo justo para llegar al trabajo. Por suerte me había preparado la ropa. Calzarme las nuevas botas me llevó más tiempo del calculado. Cuando estaba a punto de rendirme y devolverlas, lo conseguí. Estaba a mitad de camino. Por supuesto que llegué tarde, el disgusto se compensó con las miradas envidiosas y admiradas de mis compañeras.
Durante el día me olvidé de mis botas nuevas. Eran realmente cómodas.
El problema surgió cuando llegué a casa y traté de descalzarme. La bota no cedía. Intenté un pie, luego el otro. Y nada. Estuve así una hora. Me sentía estúpida. ¿ A quién podría pedirle ayuda? No había caso. Quería darme una ducha. Con no poca dificultad pude desvestirme. Revestí las botas con bolsas de nylon y me bañé. Logré relajarme bastante. Volví a intentarlo. Nada. Me pareció que las botas sonreían, estaban adheridas a mis pies. Me fui a dormir.
Al día siguiente llegué puntual al trabajo.

domingo, 9 de noviembre de 2014

Casi un tango

Nos enamoramos una tarde de verano. Eramos jóvenes, frescos y deshinibidos. La vi en la plaza del barrio, y al escucharla reír me sentí inmediatamente atraído. Estaba con su mejor amiga, eso por supuesto, lo supe después. Nunca quiso contarme que le causó tanta gracia. – Es un secreto dijo.
Quedó embarazada y como se estilaba en esa época nos tuvimos que casar. Yo era el hombre más feliz de la tierra. Creí que ella también lo era. Tuve que conseguir dos trabajos para mantener la familia, ella se ocupaba de la casa y los bebés. Tuvimos mellizos. Nos veíamos poco la verdad. Los fines de semana ella salía a refrescarse, como le gustaba decir, para recuperar fuerzas después de una semana encerrada en la casa con los chicos. Tuvimos dos críos más, que sumaron distancia a nuestro matrimonio. A mi manera yo seguía siendo feliz, tenía un trabajo que me permitía mantener dignamente a mi familia, una mujer que seguía viendóse hermosa y atractiva, y cuatro hijos maravillosos.
Una tarde, al regresar a casa me encontré con una sorpresa. Una vecina se ocupaba de darle de comer a los chicos.
-  ¿Dónde está María? le pregunté
Por toda respuesta bajó la mirada.
Perturbado, y con mil pensamientos uno más terrible que el otro la zamarreé para obtener una respuesta. Los chicos  asustados, se largaron a llorar, creando un escenario más drámatico aún.
La vecina temblando me entregó un sobre que  estaba abierto, asi que supuse que lo había leído. De ahí su cara de... No pude definirla en ese momento.
Querido Ernesto:
Sé que esta carta va a sorprenderte.Todos estos años creíste estar al lado de una mujer feliz, y yo me sentía profundamente desdichada a tu lado. Sos un buen hombre, no lo niego. Pero no sos lo que necesito a mi lado. La vecina hace años que se ocupa de los chicos, y hasta creo que te ama en secreto. Esto te lo digo porque nunca fuiste bueno para interpretar a la gente y tal vez te ayude. Perdón si te sueno cínica. Por una vez en la vida quiero hacer lo que realmente deseo, sin importarme el qué dirán. Por eso me voy, para empezar a vivir la vida que siempre soñé, lo que siempre quise vivir, con  ella.
Nunca te voy a olvidar.
María.

lunes, 3 de noviembre de 2014

Carta abierta a la vida

La vida me ha golpeado muchas veces. He llorado, perdido, sufrido. Tuve dolores físicos y en el alma. Emigré. Me caí. Me humillaron y me  lastimaron. Sentí el corazón estallar de dolor, la tristeza fue una persistente compañera. Y con el tiempo aprendí a seguir adelante, a pesar de todo y de todos. A dibujarme una sonrisa en el rostro aunque no tuviera ganas de sonreír, a rodearme de gente que valga la pena, a descartar la que no, a caminar con la frente alta, a levantarme de la cama aunque ésta intentara retenerme a la fuerza.
Crecí. A golpes de la vida.
Avancé, a veces a rastras, otras empujada por manos queridas.
Y me levanté, aún sin ganas ni voluntad.
Nadie me regaló nada.
Hoy, en la mitad de mi camino soy más sabia.
Aprendí que la vida es una ruta escarpada, hay que aferrarse para que no te pasen por encima.
Hay que ser humilde. Entender que la vida puede cambiar en un instante. Llorar sólo cuando es indispensable. Y reír siempre que se pueda. La vida te da oportunidades de cambiar. De ser mejor persona. De superarte a vos mismo. Hay que aprender a mirar con otros ojos, los del alma.
Aprendí que ayudar al otro es un egoísmo sano, me hace sentir bien.
Aprendí que debo dejar volar a mis hijas, aún reteniendo la respiración, sin poder evitar que sufran, tan sólo secar sus lágrimas, y eso sólo si ellas me dejan. Esa es la parte más difícil del camino. Dejar ir pero estar. Cuidar sin invadir. Permanecer cerca sin interferir, a menos que lo pidan. Lo más duro de ser madre es ver sufrir a tus hijas y no poder hacer nada por evitarlo.
Aprendí que en vez de mirar lo que hace el otro es preferible ocuparse de tu propia vida.
Aprendí a no juzgar. Cada uno tiene sus razones. Sus tiempos. Su verdad, aunque no sea igual a la mía.
Aprendí que todos más tarde o más temprano sufrimos y que cada cual lleva su propia mochila.
Aprendí que los errores se perdonan. Los ajenos y también los propios. No somos perfectos. Ni infalibles. De nada sirven los reproches. El error sirve para aprender, para superarnos y conocernos mejor.
Aprendí a ser yo misma, con todo lo que eso implica.

martes, 28 de octubre de 2014

La desaparición


Salió al encuentro de la lluvia y desapareció. Le gustaba hacerlo. Escapaba por la ventana, y corría, corría, corría. Saltaba los charcos de la vereda, se empapaba hasta los huesos y después volvía a refugiarse en el calor del hogar. Podía tardar un rato o días en volver. Lo máximo fue una semana. Ya lo creíamos perdido y volvió sucio, más flaco, famélico y embarrado. Lo reconocí por sus ojos, que eran de un color amarillo brillante.
- ¿ Dónde está Simón?
- Apenas empezó a llover se escapó por la ventana.
Miré a mi mamá y vi un profundo pesar. Me pareció exagerado.
Cuando me fui a dormir, Simón aún no había regresado. Afuera lloviznaba. Volvió a mi mente la profunda tristeza de mi madre. Y entonces lo comprendí todo. Mi padre se había ido cuando yo tenía cinco años. Nunca volvió. Recuerdo que esa noche llovía, los truenos me despertaron y fui corriendo a su habitación. Encontré a mi madre llorando, sentada en la cama, abrazando sus rodillas. Le pregunté si ella también llovía. Mi madre se rió ante mi ocurrencia y me abrazó tan fuerte que me dolió. Nos quedamos dormidas. A la mañana siguiente  mamá  dijo:
- Tú papá se fue y no va a volver. Ahora sólo somos vos y yo. 
Nunca más volví a verlo ni supe más nada de él. Me levanté sin hacer ruido y fui a buscar a mi madre. Estaba sentada en su cama, abrazando sus rodillas. No lloraba. Sus ojos secos bastaban para expresar su dolor. Me acerqué y la abracé sin decir palabra.
Pasaron varias semanas.  Simón no volvió. Ya no lo esperabámos.
Una tarde tocaron la puerta de calle. Fui a abrir. Me quedé muda. Un hombre muy parecido a mi papá me sonreía. Sus ojos eran de color amarillo brillante, iguales a los de Simón, mi gato. 

lunes, 13 de octubre de 2014

La suerte de Felipe

Felipe es lo que todos llaman un tipo de suerte. Todo lo que hace le sale bien. Fue siempre así, en la escuela era el niño más querido, el de las mejores notas, el hijo más mimado. Ya adolescente tenía las chicas más lindas siempre revoloteando a su alrededor, los amigos lo adoraban y envidiaban al mismo tiempo.
Decidió estudiar abogacía y recibirse en cuatro años,y así fue.
A los veintisiete se enamoró de Estela, una joven hermosa y de buen corazón. Decidió casarse con ella. Y asi fue. No tardaron en llegar los hijos, sanitos y unos más lindo que el otro. Felipe quiso tres, y así fue. Un varón y dos nenas. Y así fue.
Su estudio de abogados era uno de los más reconocidos de la ciudad. Pronto amasó una gran fortuna. Construyó la casa de sus sueños, con jardín y pileta.
Felipe tenía todo lo que un hombre puede soñar. Triunfaba en cada cosa que se proponía. No sabía lo que era el fracaso, ni la desilusión. Desconocía el miedo, las preocupaciones, la incertidumbre.
Cuando cumplió cincuenta años su familia le organizó una fiesta fabulosa. Ya para entonces lo había decidido. Bailó y festejó con amigos, brindó con sus seres queridos y a las doce de la noche llamó aparte a Miguel, su hijo mayor.
- Quiero darte esto, dijo. Tendrás suerte en todo lo que emprendas. Viene de generación en generación y yo quiero entregártelo hoy.
- Papá ¿estás enfermo?
- No, claro que no. Aún no llegó mi hora (creo).
- ¿Entonces? No entiendo.
- Hijo, es tiempo que empiece a vivir, ¿no te parece?

miércoles, 1 de octubre de 2014

Asesina del amor

No podía permitir que él conociera mi secreto, hubiera sido demasiado cruel. Se enamoró como un gil, a mi también me pasaban cosas, sería estúpido negarlo. Nunca un tipo así se fijo en mí, y me dio pena desencantarlo. Hasta ahora mis relaciones con los hombres fueron un par de encuentros, sacarnos las ganas y seguir cada uno su camino. Siendo quien soy es impensable el cuentito rosa de la mujer casada, con hijos, una casa con jardín y perro. Siempre fui independiente, trabajo por encargo, y no le rindo cuentas a nadie. Cuando me pega la soledad voy a un bar y siempre engancho alguno para pasar el rato y acallar los fantasmas. Después vuelvo a lo mío, renovada y sin demasiadas cavilaciones. Esteban fue una novedad para mi. Un tipo guapo, trabajador y principalemente honesto no se había cruzado nunca en mi camino. No podía contarle mi verdadero trabajo, así que le mencioné la versión oficial: escritora de historias policiales. Por supuesto no le aclaré que en realidad soy la heroína de todos los cuentos. Esteban se entusiasmó con mi trabajo, (ficticio) y le conté unas cuantas historias (reales). Lo conocí en un bar que no suelo frecuentar, en una zona de ricachones, a la que fui después de liquidar a mi última víctima. Estaba realmente hambrienta, asi que  me metí en el primer lugar abierto que encontré sin pensarlo dos veces. Y ahí estaba él, cenando con un amigo. Cuando se levantó de la mesa chocamos, una cosa llevó a la otra y terminamos en su cama. Me pidió mi número y se lo dí. Estaba segura que no volvería a saber de él. Dos días más tarde me llamó y arreglamos para vernos. La cuestión es que hace tres meses que tenemos una relación. El quiere hacer de esto algo realmente formal, y por supuesto que yo me niego. Es lo mejor que me pasó en la vida, no hay dudas de eso. Sin embargo, esta noche me emborraché y le dije que lo nuestro no iba más. Y ahora sólo me queda llorar por mi mala suerte.

domingo, 21 de septiembre de 2014

Una nueva amiga

Abrí la canilla y los escuché. Otra vez los vecinos discutiendo pensé. Cerré el grifo y las voces cesaron. Seguí llenando el recipiente y nuevamente los gritos. Estuve así un rato, abriendo y cerrando el agua, y las voces se escuchaban o cesaban en consonancia. Me reí por el sentido de la oportunidad de mis vecinos. Decidí subir para pedirles que se callaran. Golpeé suavemente la puerta. Nada. Golpeé más fuerte. Silencio. Toqué el timbre, primero delicadamente, luego con mayor insistencia. Mutis. La vecina del tercero "B" salió a ver que pasaba. Me informó que mis vecinos  habían salido ayer de vacaciones con los chicos. Ante mi cara de asombro me informó que ella era la encargada de regar las plantas y le dejaron la llave. Lo dijo con orgullo, ya que la última vez que se fueron me habían dejado a mi esa tarea y al volver tenían todas las macetas mustias.
Volví a mi departamento y me acerqué a la pileta. Me quedé allí parada sin saber qué hacer. Me regañé mentalmente y juntando coraje abrí rápidamente la canilla. Las voces volvieron a retumbar en mi cocina. No estaba loca, se escuchaba claramente una discusión de pareja. Acerqué mi oído lo más que pude y confirmé sin dudas que las voces provenían de allí.
¡Ey!  – dije- ¿Quién anda ahí?
Esta vez las voces cesaron sin haber cerrado la canilla.
¡Contesten! Quienes son ustedes?
Las voces regresaron, esta vez en un murmullo apagado, me costaba distinguir lo que decían, aunque se trataba claramente de un reproche.
Seguí allí, hablándole a una canilla, insistiendo, rogando un rato largo, hasta que finalmente una voz femenina me contestó. Al principio me quedé helada, luego me fui relajando y comenzamos a charlar animadamente. Ella me contó sus problemas, me habló de su rutina, del ex marido, que por suerte  ya se había ido, me habló de su trabajo... Ella también tenía vecinos insoportables. Nuestra vida era bastante similar, si obviamos el detalle que ella vivía adentro de una canilla en mi cocina.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Ellos te necesitan...

Besé a Juan y a mis hijos, alargando el momento más de la cuenta, despidiéndome sin decir palabra. Me acosté y cerré los ojos. Estaba decidida. Lo había pensado durando muchos días y estaba convencida que debía funcionar. Imaginé el famoso túnel y comencé a avanzar por él. Todo estaba muy oscuro, caminé largo rato sin que nada cambiara a mi alrededor. Las sombras me envolvían. No estaba dispuesta a darme por vencida, asi que seguí avanzando hasta que lejos, muy lejos, comencé a divisar una luz  muy tenue que se iba potenciando a medida que apuraba el paso. Lo estaba logrando. Estaba muy cansada, caminé varias horas, aún así mi objetivo era el motor que me impulsaba hacia adelante. No sé cuanto tiempo pasó, finalmente llegué. Una luz enceguecedora iluminaba todo el espacio. Tardé en acomodar mis ojos, hasta que me encontré cara a cara frente a El, imponente, sentado en un trono, vestido con una túnica larga inmaculada con ribetes en plata y oro. ¿Sería mi imaginación? Todo se ajustaba  a los cuentos e historias que escuché de pequeña. Salvo su rostro, allí no veía paz ni bondad, la cara que estaba frente a mí irradiaba...
-¡Furia! eso es lo que irradio. ¿Cómo te atreves a aparecerte frente a mi, así sin más? Soy yo quien decido cuándo y cómo. No ha llegado tu hora.
Lo miré tomando conciencia de pronto de lo que había hecho. Comprendí demasiado tarde mi osadía. Aún así quería presentarle mis argumentos, a mi modo de ver lo suficientemente poderosos y justificados.
  - Con todo respeto, dije en una voz aguda que denotaba mis nervios, no podía seguir tolerándolo más... El universo se ha convertido en un lugar hostil, cruel. Viví durante más de un mes bajo el ataque de misiles, el mundo le cree a los terroristas, la muerte es el idioma diario, si no es por la guerra, es por robos o conductores borrachos, se decapitan inocentes sin que nadie haga lo suficiente por impedirlo. Es más de lo que puedo soportar. Sé hace mucho tiempo que la vida no es un lecho de rosas, que debemos superar obstáculos, dificultades y pérdidas, pero esto es demasiado para mí. No es este el mundo en el que quiero vivir, donde la indiferencia, la hostilidad, el egoísmo reinan.
-¡Que impertinencia la tuya! ¿Hablarme asi a mi?
Bajé la cabeza como respuesta. E inmediatamente la subí y lo miré directamente a los ojos.
-¡Creeme que no puedo más! - casi grité. ¿En que nos hemos convertido? ---¿Cómo puedo seguir mirando a la cara a mis hijos ? No los traje al mundo para esto...
El me miró indignado, nadie le hablaba asi, era evidente que estaba desbordada.
Se quedó callado y me pregunté si estaría pensando. No me animaba a hablarle, había sido demasiado insolente.
Los minutos pasaban en silencio. Finalmente me dijo:
- Entiendo tus razones, aún asi no puedes venir aquí cuando quieras, hay un orden natural que no puedes alterar.
- Me cuesta mucho entender tu "orden natural" cuando padres deben enterrar a sus hijos por  muertes absurdas, cuando el terrorismo avanza y crece sin freno, cuando ...
Su mirada me penetró como hielo lacerante en mis cansadas pupilas. me quedé callada.
-No sos quién para cuestionarme. Te lo advierto, debes volver ahora mismo.
- ¿Qué pasa si no quiero?
- ¿Desde cuando esa rebeld¬ía? Te desconozco.
El tenía razón, siempre fui una mujer fácil de tratar, dócil hasta cierto punto. Sentía que había llegado a mi límite. ¿Para que seguir viviendo?
- No debes decidir eso. Evidentemente sabía lo que estaba pensando sin necesidad de pronunciar palabra. Por algo era quien era.
- Dame un motivo, una sola razón por la que volver...
Tomo mi mano, y me llevo a una ventana. Miré hacia abajo y vi mi casa, mi familia. Todos estaban llorando, mis hijos, Juan, y un montón de gente más que al principio no reconocí. Compañeros de trabajo, amigos, vecinos, clientes... Lo miré y le dije : eso no es suficiente. Llorarán un día o dos, en el mejor de los casos algunos de ellos, tal vez mi familia un poco más. Luego retomarán su vida, y seguirán sin mí.
El me miró enojado. No esperaba esta resistencia de mi parte.
Al darme vuelta me encontré con ellos. Esto si que no me lo esperaba. Fui corriendo y los abracé como hacía tiempo necesitaba hacerlo. Mis padres me acariciaron la cabeza, el rostro, unas sonrisas tristes apenas los iluminaban.
¿Qué pasa?– pregunté. ¿No están contentos de verme?
Claro que nos alegra verte dijeron, pero no debieras estar acá. No todavía.
Ellos te necesitan.
Esas palabras quedaron revoloteando en el aire, como mariposas fugaces. Ellos te necesitan. Ellos te necesitan. Ellos te necesitan. Las lágrimas anegaron mis pupilas, ya no fui capaz de seguir negándolo. Aún me queda mucho por hacer.
Abracé a mis padres por última vez, sabiendo que los volvería a encontrar algún día, cuando llegara el momento.
Me despertó Juan haciéndome cosquillas con su incipiente barba de un día. Cuando abrí los ojos me miró preocupado.
Secó una lágrima que caía por mi cara, una de muchas...
- ¿ Qué pasa amor?
- Nada, estoy bien. En mi cabeza retumbaban palabras que no comprendí : ellos te necesitan...

lunes, 7 de julio de 2014

Una silla vacía

Se sienta todos los días frente a la ventana. No le importa lo que dicen.  Pasan las horas, los días, las semanas. No habla. Cada tanto intentan disuadirla. Ella sigue firme. A veces asiente y hasta sonríe. Sospechan que no es a ellos. Ella lo espera.
- Sara tu hijo está muerto. No va a volver. Ella permanece inmóvil.
- Mamá por favor… Tenés que continuar con tu vida. Ya pasaron meses desde que lo mataron...
Sara puede hablar. Mas no lo hace. No quiere. Todas sus palabras se las llevó Itzik. No hay gritos de angustia. Hay un llanto que sólo escucha dentro suyo. Nadie ve sus lágrimas. Nadie. Su dolor sacude sus entrañas, se desparrama por sus venas, aúlla en silencio. Carcome. Aplasta. Gruñe. Asfixia.
Pasan los meses y Sara permanece sentada frente a la ventana. Ya se acostumbraron a verla allí. Ya no intentan disuadirla.
A veces revive en su mente los últimos momentos de su hijo, siente su angustia, palpa su miedo. Cose los retazos con lo que le contaron que sucedió. Una muerte porque  si, una letanía de odios, una guerra sin fin.
Otras, ve aparecer a su hijo por la ventana, sonriendo, cantando antes de llegar a casa...
Un día Sara desapareció, la silla vacía frente a la ventana, las cortinas bailando con la suave brisa. Nadie sabe donde está. Algunos sospechan que se encontró con su hijo, en otro lugar, en otro espacio, en otro tiempo, justo allí, donde el odio, la muerte y la guerra no tienen cabida.


lunes, 30 de junio de 2014

Contra la corriente

Fue un viaje largo. El lugar donde nos trajeron es oscuro. No me gusta. Prefiero el aire libre. No tengo con quién hablar. Ellos creen que soy un inadaptado. Que voy contra mi naturaleza. Me importa poco lo que piensan. Tiene que haber otros como yo, que quieran rebelarse, aún a costa de nuestra propia vida. Nacimos para matar, para destruir, para hacer el mal. Cuanto más daño hagamos más nos valoran. Estamos en este sótano apilados: rifles, escopetas, granadas, revólveres...Hay cientos, miles... Perdí la cuenta. Somos muy valiosos, nos tratan con cuidado. Aún así yo no nací para esto. Vaya a saber qué material hay en mí que me hace rebelde, navego contra la corriente, con la esperanza que haya otros como yo, sólo no puedo hacer mucho. Intento correr la voz, que nos alcemos contra este destino cruel, que no sigamos destruyendo.
¡Ayuda!-
Nadie me responde. Están acostumbrados a mis reclamos, a mis lamentos...
De pronto alguien me toca, siento una tibieza inesperada. Una dulce voz me encara.
- Me costó mucho llegar hasta aquí, estaba en otro cargamento, escuché de vos y no paré hasta encontrarte. Tu pedido de ayuda terminó de ubicarme. Miré hacia atrás y vi a la escopeta más sexy que jamás haya conocido. Sus formas eran fantásticas, con curvas aerodinámicas y un color especial.
Hablamos en susurros para que nadie nos delatara. Me contó que hace unos meses mató a unos jóvenes y eso la hizo reflexionar. Estaba totalmente de acuerdo conmigo que había que terminar con esta guerra absurda.
Quedamos en encontrarnos más tarde cuando todos durmieran. Fue imposible. A medianoche vinieron a buscarnos. Miles de hombres nos cargaron y comenzaron a usarnos. No supe más nada de ella. Muertes, humo y pólvora es lo último que recuerdo. Cuando desperté ella estaba a mi lado. El sol calentaba mi cuerpo y me sentía liviano.
-¿Dónde estoy? pregunté con una voz que no reconocí como propia.
Estamos a salvo me contestó. Y volví a dormirme.

miércoles, 25 de junio de 2014

Adiós amor...

                                                                       
 Buenos Aires, 17 de junio de 2014

Querido Andrés:
                              Sé que cuando recibas estas líneas estarás a miles de kilometros, preparándote y organizando tu nueva vida, tan lejos mio. Mi carta te sorprenderá mucho. Prometo ser breve, conozco de sobra cuánto valor le das al tiempo.
Si pudiera odiar, te odiaria. Odio que no me ames, que nunca te hayas fijado en mi. Odiar me deja sin energías, por eso elijo otro camino, más sútil y mucho más efectivo. Desde el momento que anunciaste tu traslado a las oficinas de Tokyo, hace cinco meses, incluí en tu café de cada mañana pequeñas dosis de un preparado muy efectivo, no deja ningún rastro, mientras hace su trabajo. Muy pronto comenzarás a sentir los síntomas sin que puedas hacer nada, no existe antídoto en el mundo. Odio el odio y odio a los que odian, habiendo caminos mucho más fáciles y discretos. Nunca existí para vos, una secretaria gris e invisible, un ser que opacaste con tu luz. Te conformaste con mi eficiencia, no pudiste ver más allá, no reparaste en la mujer apasionada  que escondida tras las gafas y un atuendo recatado clamaba por tu amor.  Creeme que lo siento.

     Nos reencontraremos en el infierno,
                                                                      siempre tuya
                                                                                                 Gladys

lunes, 16 de junio de 2014

Reflejo

Tomé el té con leche y la vi. Estaba ahí, en el fondo. Me miraba con los ojos muy abiertos. Comencé a mover mis cejas y ella repetía mi gesto. No podía alejarme, porque entonces desaparecía. Estaba atrapada. Mi mamá me dijo algo pero no la escuché. Seguía mirando fijamente esa cara que a su vez me miraba. No se cuanto tiempo pasó. Mi madre pegó un grito que me hizo sacudir la taza y mancharme la blusa.
¿ Siempre lo mismo con vos? ¡Andá a cambiarte que vas a llegar tarde a la escuela!
Me agarró del brazo. Yo seguía aferrada a mi té. Forcejeamos y la taza cayó al suelo haciendose añicos. Ella desapareció para siempre.
- ¡La mataste! ¡Nunca te lo voy a perdonar! grité.
Mi mamá me miró sin entender. Luego sonrió. Me fui a mi cuarto ofendida.
Cuando volví a la cocina una nueva taza de humeante té me esperaba en la mesa. Corrí hacia ella y la vi.¡Era la misma!  Abracé a mi mamá agradeciéndole en silencio por haberla salvado.

miércoles, 21 de mayo de 2014

Despedida


Llevo días enteros buscándolas. Me esquivan, se alejan, se escapan. No puedo atraparlas. Ellas saben de mi dolor. Quiero despedirte. Decirte cuánto te quise, cuánto te quiero. Cuánto te extraño. Las palabras no quieren venir a mi encuentro, sólo las lágrimas son fieles, caen de improviso, dejándome el sabor salado de tu ausencia. Muchos no lo entenderán y no me importa. Me alcanza con saberte única, tuve doce años de puro amor.
Fuiste mi compañera, mi refugio, mi alegría al llegar a casa.
Dejaste un inmenso vacío...
Quiero recordarte con una sonrisa, sabiendo que te rescaté de la calle, y vos a mi,
me rescataste a la vida. ¡Gracias Cherry por tanto amor !
                 Nunca te voy a olvidar...

miércoles, 7 de mayo de 2014

Soy yo

Soy invisible. Ya sé lo que van a decirme. Las personas invisibles no existen más que en la imaginación de escritores, cineastas, y hasta algún ser humano común que más de una vez desea desaparecer de la faz de la tierra. Sin embargo existo. Nunca deseé serlo. Al contrario, cuando me di cuenta de mi invisibilidad me odié. Es muy difícil aceptar que la gente pase al lado tuyo y no te registre, te ignore, te lleve por delante, te atropelle o simplemente no te dirija la palabra. Ya me acostumbré, y no sólo eso, ahora lo disfruto. Me llevó mucho tiempo, lo admito. Hoy por hoy me siento feliz de ser una mujer invisible. Tiene ventajas inimaginables. No necesito dar explicaciones a nadie de lo que hago con mi vida, a que hora salgo o regreso, adónde voy o con quién. Nunca debo tomarme tiempo para mi misma, ni hacer altos para conectarme con mi esencia, relajarme, alejarme, no me canso dando explicaciones de ningún tipo. Soy libre. Independiente. Manejo mis tiempos, necesidades, placeres y gustos a mi total antojo. No debo preocuparme por mi aspecto, si estoy peinada, depilada, gorda, con granos, maquillada. Me arreglo solo por mí, y por nadie más, me gusta verme bien.
Cuando voy a hacer las compras, pongo todas las cosas en el carrito del supermercado, la gente a lo sumo se sonríe viendo pasar un carrito repleto sin que nadie lo lleve. En la caja, pongo los productos y la cajera sólo se preocupa de recibir el pago, ¡Qué le importa que no vea a nadie! Ella automáticamente pasa los productos y luego dice el monto en voz alta, y yo le pago. Ropa no necesito comprar, voy desnuda y nadie dice nada ¡Si no me ven!
Cuando me gusta un hombre, me acerco y lo encaro. No puedo negar que se sorprenden, pero les fascina escuchar una voz que les susurra propuestas y les enciende todos los sentidos. Es fácil llevarlos a la cama, a lo sumo debo guiarlos un poco al principio y después se relajan. Es una experiencia única, se las recomiendo.
Paso mis días escribiendo, leyendo, paseando y disfrutando de la vida. Así que si alguna vez se cruzan con una cartera sin dueña, un auto sin chofer, una voz que les susurra al oído, no se asusten. Ahora ya saben que soy yo.

lunes, 28 de abril de 2014

Encuentro frustrado



Sentada en la barra, pensaba en mi vida, mi mente  vagaba, comenzaba a aturdirme de alcohol.  Varias veces a lo largo de mis relaciones me pregunté lo mismo, ¿hasta qué punto el nombre de una persona puede influir en su vida? Se sentó a mi lado y me invitó un trago. A pesar de mi estado con sólo mirarlo me di cuenta que no era un tipo de muchas luces. No sé, algo en su rostro, o su sonrisa torcida me dio el indicio que a lo largo de la noche comprobé. El sólo quería llevarme a la cama, era patético su esfuerzo por conseguirlo.
- Te propongo un juego le dije. La palabra “juego” despertó su interés. En su primitiva imaginación un juego entre un hombre y una mujer sólo podía ser sexual. Su sonrisa torcida iluminó todo su rostro, haciéndolo parecer un niño.
- Voy a contarte parte de mi vida y con esos datos tenés que adivinar mi nombre.  A esta altura debí comprender que mi interlocutor no sería capaz de lograrlo, evidentemente el tequila doble y la cerveza lograron enturbiar mi razón.
Su cara, al contarle mi propuesta, fue digna de un retrato. Su decepción fue evidente, el había pensado en un  juego totalmente diferente.
- Es eso o me voy a mi casa ahora y sola - dije terminante. Esa afirmación le dio esperanzas que si accedía a jugar me iría con él, supuse  porque se apresuró a cambiar de opinión.
- Así como me ves  tuve tres novios. Y en las tres ocasiones se repitió la historia, con mínimas  variantes.  Carlos se fue de viaje pidiéndome que lo esperara, que a su regreso nos casaríamos. Lo esperé ilusionada.  Después de  tres largos años sin tener noticias suyas, apareció Rodolfo, quien me convenció después de mucho insistir, que dejara de serle fiel a un fantasma. Cansada de esperar accedí. Al año y tres meses le salió una beca para estudiar en Japón y me aseguró que una vez instalado me enviaría el pasaje para irme con él.  Le creí. Estaba muy enamorada, había logrado olvidarme de Carlos, y lo esperé. Dos años y siete meses lo esperé. No me mandó ni una postal.  En ese momento conocí a Pedro, le llevó por lo menos seis meses convencerme. Me enamoré como una adolescente, estábamos todo el día juntos, felices.  Al año, cuatro meses y cinco días le llegó una carta. Era de su tío que vivía en Alemania, estaba muy enfermo, y pedía verlo antes de morir. De esto ya pasaron once meses. Y aún lo espero. ¿Ya adivinaste como me llamo? Era evidente que no tenía ni idea. Estaba entretenido mirando mi escote, ni siquiera se molestaba en mirarme a los ojos.
Yo no me doy por vencida tan fácilmente, así que le dije: - te doy una pista: ¡Aprendí a tejer!…
Seguía mirando mi escote, nada de lo que dijera lo distraía….
- La última oportunidad afirmé, eso despertó su interés ya que levantó la vista y me miró directamente a los ojos.
- Mi nombre empieza con Pene… Su cara se transformó en una mueca, el muy tonto salió corriendo, convencido que estaba sentado frente a un travesti.

miércoles, 16 de abril de 2014

El paseo

Me entregó la foto. No quise mirarla. Insistió poniéndola frente a mis ojos. Rápidamente di vuelta la cara. Demasiado tarde. Mis pupilas retuvieron la imagen en mi mente, sin que pudiera ignorarla.
La foto la tomó ella, sin que nos diéramos cuenta. Allí estamos caminando hacia casa, antes de...
- Señora, necesito que me cuente lo que pasó.
Me quedé callada. A los ochenta y tres años gozaba de ciertos privilegios. Y pensaba usarlos. Siempre fui muy astuta. "Zorra vieja" me llamaba ella. Pensaba que yo no lo sabía. ¡Qué básicas son algunas  personas! Mi nuera entra en esa categoría. Sonreí. El oficial entendió mi gesto con ilusión. Pensó que había recordado y comenzaría a hablar. No tenía la más miníma intención de contarle lo sucedido.
No se cuánto tiempo me queda, ella se cansó de esperar y lo convenció para hacer un viaje. Creo que la foto es justo en ese momento que mi pobre hijo me lo contaba. Se irían dos meses a recorrer Europa. ¡Dos meses! ¡Nada menos! Sin ver a mi hijo, ¡que egoísta es esa mujer por Dios! No podía permitir que ella gozara, disfrutara, paseara mientras yo me quedaba sola, por eso hice lo que hice. ¡Claro que siento pena por mi hijo! No soy tampoco una desalmada e insensible como suele decir mi nuera, ella no entiende las razones de una madre, nunca pudo quedar embarazada, asi que no tiene derecho a juzgarme. Intentaron convencerme que mi hijo era impotente, cuando se muy bien que es ella la culpable, la infértil, la inútil...
Cuando llegamos a la casa serví el té. Puse las tres tacitas de porcelana, y me aseguré de darle a mi adorada nuera la que estaba un poquito cachada. Después de quince minutos comenzaron los síntomas, ese tiempo lo aproveché para mandar a mi hijo a comprar medialunas. El no quería ir pero lo convencí diciendole que era lo menos que podía hacer si no lo vería dos meses. Se muy bien como manejar la culpa. Ví como se retorcía, en sus ojos reconocí el terror de comprender lo que había hecho. Después de largar espuma por la boca y quedar inconsciente en el sillón, llegó mi hijo con las medialunas. Me encontró llorando desconsoladamente. Antes me había desecho de la taza cachada y del veneno. No lo encontrarían jamás. Cuando me vaya a casa voy a hablar con mi hijo para que cambie el pasaje a mi nombre. ¡Me va a encantar Europa!

lunes, 7 de abril de 2014

Fiesta de disfraces



Hace mucho tiempo que la amo. Nunca me animé a decirle nada. El miedo al rechazo, a la decepción, a perder su amistad fueron siempre barreras que detuvieron mis pocos y mínimos avances.
La conozco desde la escuela secundaria a la que concurrimos, y desde entonces siempre nos mantuvimos en contacto. Supe de sus amores, de sus desencantos... Estuve ahí para secar sus lágrimas, consolarla, conteniéndome para no estrecharla entre mis brazos y besarla.
Mi amor va más alla de lo que pueda expresar con palabras, es respirar a través suyo, es reír en su sonrisa, es comer en su boca, deleitarme con el perfume de su piel que me eriza sin tocarme.
La amo. Lisa y llanamente.
Cuando me llamó para avisarme que Julio organizaba un baile de disfraces de algún modo sentí que ese sería el día indicado para declarle mi amor. No sé por que. No me lo explico. Fue como una revelación que ése era el día señalado. Procuré no decirle a nadie mi disfraz para mantener el suspenso y poder sorprenderlos, en especial a ella.
Me mantuve un poco aparte, viendo a todos bailar y reír. El alcohol aflojaba corbatas que nadie llevaba ese día, invitaba a desinhibirse y disfrutar. Eso era justo lo que yo necesitaba.
La ubiqué con la mirada, disfrazada de hada madrina o algo así. Tan hermosa como siempre. Estaba en el medio de la pista bailando con un ratón. No me importó. Fui caminado lentamente, acercándome sensual y seductoramente. Me tropecé con la capa y me caí generando un gran alboroto. Todos me señalaban y se reían, sin que nadie se acercara a ayudarme. ¡Qué humillación, la puta madre! La máscara disimulaba perfectamente el rubor de mis mejillas. Carla exultante pidió a todos que se callaran, que tenia que decir algo importante. Yo seguía en el piso imaginando que mis sueño estaba a punto de concretarse, solo que al revés, ¡seria ella quien les anunciaría a todos su amor por mi!
- Amigos, esta fiesta tiene un objetivo. No quise adelantar nada hasta tenerlos a todos juntos, festejando con nosotros un amor que ya no puede permanecer en secreto. Quiero decirles a todos que he decidido unir mi vida con el ser más maravilloso que existe en la tierra.
No quise levantarme sabiendo que mis piernas no me responderían. Me pondría de pie en cuanto lo dijera. Ese sería mi momento...
- Acércate amor...
Mientras me ponía de pie para ir a su lado, el ratón la tomó por la cintura, me quedé mirándolos sin poder creerlo. El ratón que no era otro menos que Julio, se sacó la capucha y le dio un beso apasionado.
No pude seguir ahí mirándolos. Comencé a ir hacia el jardín, primero caminando, luego corriendo, hasta que con el impulso mis pies se elevaron del suelo, mi capa de Mujer maravilla se extendió y me alejé volando...

domingo, 30 de marzo de 2014

Una confesión y una mosca




- Vengo a hacer una denuncia. El oficial siguió mirando la pantalla, sin inmutarse.
- Maté a mi marido- dije en un tono más fuerte. El oficial clavó sus profundos ojos en mi. La mosca que volaba distraída cerca de la ventana se acercó a escuchar mi confesión. El silencio se hizo espeso y amenazante.
- No sé por dónde empezar- dije
- Por el principio sería lo conveniente, dijo el policía. Su voz era grave e intimidante. Imaginé que así debía ser. En ese momento no estaba segura de estar haciendo lo correcto, mi mente me decía que saliera corriendo, aunque rápidamente comprendí que no tendría chance alguna de escapar. Demasiado tarde, pensé,  todo llega a mi vida a destiempo, hasta la lucidez.
- Hace tres años me casé. Al principio éramos muy felices. Después... Me distraje con la mosca que en verdad parecía estar interesada en mi historia, ya que se acercaba lentamente por el escritorio , por más que el agente la espantaba.
- Siga por favor...
- Comenzamos a discutir por cualquier cosa, Augusto se quedó sin trabajo, comenzó a beber, peleábamos por todo y comencé a odiarlo con todas mis fuerzas. Una noche que estaba completamente borracho me pegó y ahi lo decidí... Volví a quedarme callada siguiendo el vuelo de la mosca que se posó en mi cabeza, bajó por mi oreja y se quedó en mi labio. Automáticamente cerré la boca.
- ¿Decidió que? preguntó el oficial impaciente.
- Mudarme-dije casi sin separar los labios.
- ¿ Mudarse?
Asentí. En el momento que le dijera adónde entendería todo.
- Aproveché una tarde que Augusto dormía profundamente y les pedí a dos vecinos que lo subieran a la camioneta. Había alquilado una casita, puse todas las cosas que tenía preparadas y me fui.
No sé cómo, todo empezó a mejorar; Augusto consiguió trabajos temporarios que lo mantenían ocupado y de buen humor, y volvimos a ser la pareja feliz que éramos al principio.
- Creo que me perdí algo, ¿por qué lo mató entonces?
- Me di cuenta tarde.
- ¿ De qué señora?
- Cuando me contaron que en el barrio San José las mujeres quedaban viudas misteriosamente pensé que esa era la solución. ¿ Me comprende?
El policía parecía perforarme con la mirada.
- ¿ Usted llevó a vivir a su marido al barrio San José?
- Cuando volvimos a estar bien me olvidé del asunto, estaba tan feliz que no pensé en nada más y cuando me acordé ya fue demasiado tarde. Augusto comenzó a sentirse mal y ya nada pudieron hacer los médicos para salvarlo.
- Técnicamente usted no lo mató. Si bien tuvo intención y premeditación no hay arma homicida. me temo que su caso no encaja en ninguna figura legal.
Por el otro lado no puede quedar impune. Espéreme acá.

El oficial se levantó dejándome sola... con la mosca. Me levanté con el insecto en mi hombro. Comencé a caminar despacio, para que nadie se fijara en mi. De algún modo llegué a la salida y salí de la comisaría seguida de cerca por la mosca que no me dejaba tranquila.


jueves, 20 de marzo de 2014

Remedio contra la rutina y el aburrimiento

Desde que la conocí mi vida cambió. La amo profundamente. La diferencia de edad nunca me importó y a  ella tampoco. El problema es otro. Sus constantes cambios de humor. Al principio lo atribuí justamente a su juventud. Luego comprendí que nada tiene que ver. Un día es una mujer sexy y provocativa y al siguiente puede resultar una adolescente desequilibrada. A veces parece mayor que yo con actitudes que me desconciertan. Es atolondrada y tranquila; despistada y concentrada; exquisita y vulgar con diferencia de días y hasta de horas. Si bien en el comienzo de la relación fue motivador y vivificante, con el tiempo se convirtió en algo difícil de manejar y entender.

Decidí hablarlo con ella y para mi sorpresa me dió la razón.
- Yo también lo he notado amor, y te juro que no sé que hacer. Ni yo misma sé con que humor empezaré el día. Estoy desconcertada.
Fuimos juntos a ver a su médico que tras hacerle exámenes rutinarios nos citó para informarnos que clínicamente estaba todo bien y nos sugirió una consulta psicológica.

Estuvimos de acuerdo y Carla comenzó un tratamiento. Meses más tarde nada había cambiado. Frustrados decidimos dejar el análisis ya que el costo nos era difícil de afrontar, además que no había dado ningún resultado.

Una tarde Carla llegó hecha una furia, me insultó, tiró adornos, cuadros y muebles. Luego lloró inconsolablemente. la situación era desesperante. No sabíamos que hacer, a quien recurrrir. La gente nos tomaría por locos.

Cuando mi hermana llamó para avisar que venía unos días de visita temblé. Si a Carla le daban algunos de sus ataques no sabría donde meterme. Rogaba en silencio cada día que nada delatara el infierno que estabámos viviendo. No tuve suerte. O si. Depende del punto de vista que se mire. Inmediatamente Inés notó los bruscos cambios de humor de mi amada. Sin embargo no dijo nada.

Terminada su visita, mi hermana Inés me abrazó y me dijo algo que me dejó sin habla:
- Carla asume las personalidades de la ropa que usa. Como asidua compradora de prendas de segunda mano tu mujer absorbe la energía de su antigua propietaria. Eso explica sus cambios de humor tan extremos y variados.

Inés cerró la puerta y yo me quedé asimilando lo que me había dicho. Me senté en el sillón y me quedé ahí inmóvil. Cuando Carla llegó me encontró allí sentado. No se cuántas horas pasaron. Por suerte llegó de buen humor y aproveché para contarle mi decisión, que la dejó boquiabierta.
- Mañana voy con vos a la feria americana, decidí renovar mi guardarropas.

Imagen Ma. Angeles Rodriguez Diaz- Artelista

miércoles, 12 de marzo de 2014

El oficio de Iván

Iván se despertó a las 6 de la mañana. Estaba muy cansado. Este trabajo terminará conmigo – dijo para si mismo, ya que a esa hora nadie había llegado aún. Encendió la cafetera, y se dirigió al vestuario. Ducha, cepillado de dientes, con su frugal desayuno listo  se dispuso a leer el periodico. Un ritual que repetía a diario, inclusive fines de semana. Se sentía bastante abatido, una sensación extraña en él, tenía un mal presentimiento.
El señor Dominguez llegó puntual a las nueve, justo cuando el se disponía a continuar con su labor.
- Iván lo espero en mi oficina ¡YA!
Iván se sacudió el piyama como si en ese gesto estuviera descargando su bronca.
El señor Dominguez le entregó un papel. No lo invitó a sentarse ni anduvo con rodeos. Tan sólo un papel que adivinó su contenido antes de ni siquiera mirarlo.
Apoyó sus manos en el escritorio , no estaba seguro que sus piernas pudieran sostenerlo por mucho tiempo más. En su mente se vió durmiendo bajo algún puente , tiritando de bronca.
- Por qué?  preguntó a un Dominguez que lo miraba despectivo.
-No tengo porque contestarle aunque lo voy a hacer para que vea que soy un hombre accesible. Lo que usted hace no es un trabajo, es una broma y no puedo seguir pagando un sueldo por semejante "oficio" dijo con sorna.
En ese momento Iván recordó a Eduardo, que apareció como un relámpago por su mente riendo a carcajadas. Entendía todo, Eduardo convenció al señor Dominguez de despedirlo, seguramente gran parte de su sueldo iría ahora a parar a sus bolsillos.
- Ser catador de camas no es ninguna broma señor Domínguez. Sin esperar respuesta se dio media vuelta, debía irse de la fábrica que había sido su hogar los últimos quince años de la manera más digna de la que fuera capaz.
Desde que Eduardo llegó a la fábrica hacía exactamente ocho meses, había escalado posiciones, derribando a varios fieles empleados. No podía ser tan ingenuo de pensar que él sería la excepción. Se había burlado de él, diciendo que lo que hacía no era un trabajo, sino más bien una "broma".
Salió arrastrando los pies, varios de sus compañeros lo palmearon a su paso, deseándole suerte, compadeciendose del pobre Ivan, y temblando a su vez, que ellos podrían ser los próximos.
No tenía idea de adonde ir, ni qué hacer. Deambuló por las calles sin rumbo fijo. Comenzaba a sentir hambre por lo  que entró a un bar. Un pebete de jamón y queso con un café con leche levantaron bastante su alicaído humor. Miraba por la ventana del local, sin ver nada . Su mente deambulaba. Intentaba pensar con claridad, mas su futuro era una nebulosa sin forma que paseaba por su cabeza abrumándolo con la incertidumbre y un sinsabor que no lograba deshacer de su estómago.
- Soy catador de camas, como lo fue mi padre , mi abuelo y mi bisabuelo. Es un oficio digno, que se transmite de generación en generación. Son unos incultos por no saber apreciar mi talento. Dijo en voz alta sin darse cuenta. Estaba acostumbrado a hablar solo.
Se percató de pronto que una mujer estaba sentada frente a él.No era joven, ni vieja. Ni linda ni fea. Ni flaca ni gorda.
Disculpe- dijo, no pude evitar escucharlo. Es en verdad usted catador de camas? Pensé que tan sólo se trataba de una leyenda. Mi nombre es Elizabeth Tompson y...
Iván la interrumpió levantándose de un salto para tomarle la mano y besársela con una reverencia. Sé perfectamente quien es usted. No puedo creer que nuestros destinos
se hayan cruzado.
Elizabeth sonrió dándole a su rostro una belleza que antes le había pasado totalmente despercibida, como si en ese gesto se iluminara por dentro.
Se volvió a sentar, percibiendo que aún tenía la mano de la mujer entre las suyas, sabía que debía soltarla mas la retuvo lo más que pudo.
Elizabeth era una conocida escritora y periodista, colaboradora del diario local, sus notas eran de temas variados, unos más interesantes que otros, y tenía miles de fieles seguidores. Había investigado sobre los catadores de camas, más no había logrado avanzar ya que los datos existentes eran escasos.
- Realmente es un juego del destino que nos hayamos encontrado, si en verdad es usted catador de camas.
- Por supuesto que lo soy dijo Iván un tanto ofuscado.
- No se ofenda, como sabe no abundan.
Iván sonrió, claro que no abundan, - es una profesión para elegidos. Antiguamente había otras familias, actualmente quedan dos. Smirnoff en Europa y yo aquí.
Acaban de despedirme, y como podrá imaginarse un catador de camas sin trabajo es ¡frustrante!
Elizabeth necesitaba mucha información para su nota, asi que debía encontrar el modo de permanecer en contacto con él.Invitarlo a catar su cama no sonaba precisamente adecuado y no se le ocurría ninguna idea. Debía impedir a toda costa perderlo de vista.
-Ha sido un placer conocerla señorita, ahora debo irme, no se donde dormiré esta noche.
Por eso no se preocupe. Puede venir a mi casa.-
Iván la miró asombrado, no estaba acostumbrado a tratar con mujeres, mucho menos con una tan deshinibida.
Viendo su cara mezcla de rechazo y  asombro se apuró a aclarar: No me malinterprete, lo que intento decir es que le ofrezco albergue hasta que consiga trabajo, de esa manera podré entrevistarlo para mi nota. No quería admitir que se sentía bastante abatida con su reacción.
Llegaron al departamento, era pequeño, cocina, dormitorio, baño, estudio con una importante biblioteca y el salón.
- Usted puede dormir en el estudio, el sillón es bastante cómodo...
Iván la miró como si acabara de insultarlo.
Disculpe señorita pero será mejor que me vaya.
- ¿Pero por qué? ¿En qué lo ofendí?
_ Yo no puedo dormir en un sillón, no va con mi ...
- Es que hay una sola cama, ¿ no pretenderá que duerma con usted o peor aún que se la ceda?
_ Yo no pretendo nada, usted me invitó ...
- Tiene razón, no pensé que sería un incoveniente para usted dormir en el sillón.  Viendo su cara de disgusto agregó- no se ofenda por favor. Dejeme pensar...
Elizabeth venía anhelando una nota como esta, un verdadero desafío, meses intentó averiguar datos sobre los catadores de camas sin grandes resultados. Era la oportunidad que estaba buscando, no podía dejarla ir tranquilamente por la puerta.
- Le cedo mi cama.
Iván dudó. El era un caballero, hacerla dormir en el sillón no le parecía justo, le estaba dando una gran ayuda, evitando que durmiera en la calle. A la vez invitarla a dormir con ella, era demasiado arriesgado... Podría  descubrir...
Estaba en un dilema, el clima se sentía tenso, ambos se debatían entre lo correcto y lo conveniente.
¿ No podemos dormir juntos? preguntaron casi al unísono. Y ambos se largaron a reír.
Elizabeth preparó la cena mientras Iván tocaba, y miraba la cama por todos lados. Le gustaba. Era un mueble antiguo, de madera maciza, bien construído.
A las diez de la noche ambos estaban acostados. Cada uno se ubicó en el lado más alejado posible del medio. La situación le resultaba rara ya que no solía compartir el lecho con nadie. Ademas de peligrosa. A las doce de la noche cuando ambos habían caído en un profundo sueño, la cama reconociendo a Iván se plegó justo por el medio atrapando a ambos. En ese momento Elizabeth se despertó siendo
testigo de uno de los momentos más increíbles de su vida. Estaban en un sitio iluminado tenuemente, cálido y acogedor, bebiendo vino y riendo, música suave de fondo... Se sentía relajada, feliz, como hacía mucho tiempo no estaba.
A las siete en punto sonó el despertador, Elizabeth se despertó con una sonrisa en los labios, había dormido plácidamente, se sentía relajada, contenta. Sensaciones casi olvidadas. Miró a Iván que la miraba a su vez. El brillo de su mirada la intrigó, como si supiera algo...
Iván se levantó y dijo: muy bueno el vino, la música y en especial la compañía...
Elizabeth lo siguió intrigada y un poco enojada
- ¿Acaso podés entrar en mi sueño?
- No, claro que no, fuiste vos quien entraste al mio.

jueves, 6 de marzo de 2014

Caen las hojas...


Caen las hojas del almanaque
muertas
marcando los días, meses, años,
que no estás,
 tu ausencia arranca
impiadosa.

Eras mi guía,
faro en la oscuridad.
Mano que sostuvo la mía
de pasos vacilantes.

Modelo a seguir
honesto, sincero,
límpida mirada
color  cielo.

A la deriva
naufrago
sin tu hombro
donde llorar.

Otro cumpleaños 
sin festejar,
tres deseos sin pronunciar
tan inmenso es el vacío 
papá.


miércoles, 5 de marzo de 2014

Salvación

Cuando todo es oscuro
y el camino
respira entrecortado,
cuando la angustia
trepa cual enrededadera
asfixiando,
cuando las fuerzas
se dan por vencidas
y dejan de sostenerme,
tus brazos me refugian.

Cuando el desánimo
abraza mi alma
y el frío gana la batalla,
cuando el abismo
es el único horizonte
a la vista,
cuando la fatiga
fluye en cada centimetro de piel,
un grito ahogado, silencioso
atraviesa mar y tierra,
me sostienes.

Si estás a mi lado
la tierra no tiembla
el pecho se aquieta
y una luz, tenue,
se abre paso entre las olas
de un mar embravecido.

miércoles, 26 de febrero de 2014

Desaparecer

Desaparezco en la oscuridad de la noche
me escabullo en un silencio aterido
agazapada cual fiera herida
en vano
te espero. 

Imágenes acosan mi mente
cuerpos abrazados
desnudos
amados.

No llegas
no vienes 
no estás.

Intento liberarme
ataduras invisibles
fuertes amarras
grito silencioso
murmullo en el alma.

No llegas
no vienes
no estás.





Imagen tomada de http://caliopedreams.wordpress.com/2006/11/06/angustia/


lunes, 24 de febrero de 2014

Un viaje



Es una vieja costumbre, sentarme en el colectivo e imaginar historias. Cada pasajero es un personaje. Esa mujer que está sentada en el segundo asiento es ignorada por sus hijos y nietos, está triste y se siente muy sola. Ese de más allá es infiel, engaña a su mujer con cuanta pollera se le cruza. Aquel otro es un asesino serial, mata a mujeres rubias. Un escalofrío me recorre la espalda. Dos adolescentes cuchichean y se rien como tontas mirando de reojo al pelirrojo que escucha música y ni las mira. Allí hay una mujer con el pelo recogido luchando por salir de sus horquillas, el esmalte de uñas saltado y la mirada triste, ella limpia casas para mantener a sus cinco hijos y al borracho que la embaraza. Hay un abuelo con una sonrisa que no se le borra, debe estar pensando en la última travesura de sus nietos. Hay una ama de casa devota, una secretaria acosada por su jefe, una enfermera con sus zapatos blancos y un masajista. De repente el colectivo cobra una velocidad inusitada, y cuando miro por la ventana veo asombrada como nos elevamos, pasamos autos, autobuses, micros. Se oye un murmullo asombrado. Miro al chofer buscando una explicación, mas el parece tan asombrado como nosotros. Pasamos calles, rutas, autopistas, dejamos atrás casas y edificios, la ciudad nos deja ir... Ahora sólo hay campo y unas vacas rumiando aburrimiento. Yo tenía razón, la mujer de la limpieza saca trapos de su bolso y comienza a limpiar las ventanas, el infiel abraza a su compañera de asiento que asustada se acurruca a su lado. Las adolescentes corren a refugiarse junto al pelirrojo, que cambió de buen modo la música por sentirse un héroe. Le enfermera asiste al abuelo. El chofer trata de mantener la calma y el volante. La mujer que se siente sola no para de llorar, encontró un buen modo de liberar su angustia. Pronto se hace de noche. Todos mis personajes son tal y cual había imaginado.  El ama de casa devota, apreta fuertemente su rosario y reza en un murmullo. El masajista masajea a la secretaria acosada. Hay algo que me preocupa mucho. Toco mi gorro y me siento a salvo. El asesino serial parece estar buscando a su próxima víctima. Ignora que la tiene muy cerca. Me mira achinando los ojos, como si con rayos X atravesara la tela. Como atraído por un imán un mechón se escapa de su escondite. Veo una sonrisa trepar por su rostro, instalándose cómoda entre dientes manchados de tabaco. Mi cara es una mueca de terror. Me levanto de golpe, sin sacarle un instante la vista de encima,  la gorra se me cae , dejando caer una cascada rubia que buscaba desesperada la  libertad. Comienza a acercarse, con la sonrisa más diabólica que vi en mi vida. El colectivo frena bruscamente. Se abre la puerta de golpe. Asombrada veo que es mi parada, bajo corriendo, miró hacia atrás. Justo cuando se cierran las puertas del colectivo en las narices del asesino serial que estruja mi gorro entre sus manos.  

lunes, 6 de enero de 2014

Clase de Literatura

La consigna para la próxima clase era escribir un cuento de terror. No dudó que se trataba de una señal. Tenía tiempo de sobra para preparar todo, hasta el más mínimo detalle. Estaba cansado de ser invisible para esos malcriados. Era hora de demostrarles quién era  él.
Llegó el lunes. Esperó que todos se sentaran en el aula, y hasta les dio tiempo para leer algunos trabajos. Eso generaba un clima excepcional, que el estaba dispuesto a aprovechar. Al quinto relato les cortó la luz, se escuchó un grito de histeria. Los dejó en la oscuridad total unos minutos. Disfrutaba con su miedo. Luego, agachado, enfocó la linterna bajo la ventana que daba al jardín para que diera un haz de luz, dejando suficiente sombra. Se bajó la capucha tapando sus facciones, y todo el fue un fantasma negro. Abrió la puerta despacio, haciendo chirriar sus goznes, provocando que todos los mocosos contuvieran el aliento. Hizo su entrada triunfal, como tanto la soñó. Ahora lo veían, diecisiete pares de ojos estaban pendientes de él. Era la gloria.
De su bolso sacó una jaula, y la abrió. Decenas de ratas salieron disparadas en todas direcciones, y los gritos se hicieron frenéticos. Varios se subieron a los bancos, uno en su desesperación se trepó al ventilador del techo, cayendo a los pocos minutos vencido por su peso, aplastando a varios de sus compañeros, que quedaron desparramados en el suelo, sangrando.
El fantasma negro sacó una tijera y agarró a Lucía por el cuello, ella comenzó a gritar desesperada, el profesor, haciéndose el héroe se sintió en la obligación de defender a su alumna, mas recibió un fuerte golpe que lo tiró al piso, inconsciente.
Tomó la larga trenza de Lucía y la cortó incrementando los gritos de su víctima que lo hacían sonreír satisfecho. A ella le tenía especial tirria, ya que pasaba a su lado cada mañana riendo y meneando su melena, indiferente, como si él fuera un mueble más.
Al alto de rulos, le afeitó la cabeza, así borraría su sonrisa de autosuficiencia. A Susana le hizo varios cortes con el filo de la tijera, la sangre goteaba y dejaba surcos caprichosos en su ropa. A Cecilia le abrió la boca y le pasó una ratita por la cara y la lengua. Ella que siempre venía con su paquete de galletitas en los recreos convidando a todos menos a él. A Pedro le clavó la tijera en la mano, la sangre brotaba a borbotones. No quería olvidarse de ninguno. Las ratas chirriaban enloquecidas por los gritos, la sangre, y el caos se hacía más y más estimulante.
Cuando hubo terminado con todos, algunos aliviándole el trabajo, yacían inconscientes, otros gritaban histéricos, muchos lloraban y alguno que otro rezaba. Salió de la clase y sacándose la capucha y el traje negro, quedó con su uniforme de guarda de la escuela, encendió la luz y regresó a la clase, alertado por los gritos vino a ver si necesitaban ayuda…