miércoles, 19 de septiembre de 2012

Reencuentro

-¡Hace tanto tiempo que no te veía ! ¡Que lindo encontrarte ! ¡Estás empapada!


-Es cierto... cuanto tiempo paso? ¡Te ves igual!

-No me mientas, me veo en el espejo y se que el tiempo hizo lo suyo, en cambio vos, es como si nada te afectara.

-La verdad es que me cuidan bastante, con jabones y suavizantes especiales.

-¡No me digas ! Que envidia que me das. Lo mio es un verdadero suplicio, a veces estoy días enteros tirada sin que nadie siquiera me mire.

-No pienses en eso, ¡disfruta este dia de sol !

-No puedo ser tan optimista como vos, mirame, ya no soy lo que era. He perdido mi juventud, mi belleza, mi brillo. Y lo peor es que a nadie le importa. Se acerca mi final...

-Por favor, no seas tan dramática.

-Es fácil hablar de dramatismo, cuando a una la cuidan y miman como a vos. Mirá ahi vienen a buscarme. Ya no creo que nos volvamos a ver...



martes, 11 de septiembre de 2012

Un nuevo trabajo

- ¡No es posible!


- Lo es.


De esta manera terminó la conversación. Aún no salía de su asombro.Durante meses había sido objeto de investigación sin ni siquiera sospecharlo. Por eso la despedían. Recordaba muy bien el libro de George Orwell, 1984. Ahora en el 2012 estaba sucediendo, y no era ficción. La Oficina del Estado, donde desempeñaba sus tareas con diecisiete años de antiguedad, había implementado un sistema espía en las computadoras de todos los trabajadores. Ahora comprendía el despido de algunos compañeros. Había llegado su turno. El empleado de anteojos, pulcramente vestido, peinado con esmero, sin que un sólo cabello se moviera de sus sitio, había sacado una hoja. Cuando comenzó a leerla lo miró atónita, parecia una broma , pero no lo era. Ahora lo sabía. ¿Que le diria a su familia? Era evidente que debería obviar unos cuantos detalles. Pensó en su mamá, en su suegra, en sus hijos...

Repasó la lista mentalmente:

En promedio trabajas tres horas y cuarenta y tres minutos diarios, en una jornada de ocho horas. Las cuatro horas cincuenta y siete minutos restantes se dividen en tres horas promedio en las redes sociales, y el resto del tiempo se divide en mails privados, visitas de sitios XXX, consultas médicas online sobre orgasmos múltiples, compra de accesorios y juguetes sexuales. A esta altura, Carola recordaba estar al borde del colapso. Trató de mantenerse calma, pero sabia que era poco o nada lo que podía hacer. El empleado tenía una sonrisa apenas disimulada cuando le entregó el informe. Era evidente que disfrutaba mucho del cargo.

Carola llegó a su casa. No encendió la computadora esta vez. Necesitaba pensar. Tenía poco tiempo antes que llegara Osvaldo. Los chicos estaban en fútbol, vendrian tarde. Dos horas después había tomado una decisión.

Osvaldo y los chicos llegaron a las ocho. Sobre la mesa había tres vasos y una pizza. Les sorprendió aunque no dijeron nada, se sentaron a comer , entre bromas y risas.


A la mañana siguiente salió a la misma hora de siempre. Se sentó en un café, esperando la hora más conveniente.

Con astucia y una puntillosa planificación logró trabajar en el sex shop sin que nadie advirtiera el cambio de ocupación. Salia de casa con el habitual trajecito, y se cambiaba el atuendo en el bar de la esquina.. Lo mismo de regreso a casa. Con los horarios no tenía problema, si bien entraba una hora más tarde esta le servia para arreglarse. Por suerte nunca nadie la visitaba en la oficina del Estado, ya que no estaba bien visto. Todo estaba perfecto, ella que había tenido tanto miedo, había logrado salir relativamente indemne. ¡Menos mal !



- Amor, ¿no tienen que estar por llegar las invitaciones para la fiesta anual de la oficina? ¡Sabes como disfruto esas reuniones !

- ...



jueves, 6 de septiembre de 2012

Confesión ( Reedición)

Marcela se presentó en la comisaría y como una ráfaga de viento se dirigió directamente al Comisario Benítez. Este levantó la vista de lo que estaba escribiendo y le indicó con apenas un gesto que se sentara. El oficial Zampayo, se sorprendió que no la reprendiera por entrar así, o le dijera simplemente que se retirara. Se sintió intrigado, y se acercó a la oficina para escuchar mejor. La mujer comenzó su relato monótono y apagado, como si leyera el diario, sin inflexiones ni color en la voz. Zampayo, sin embargo, se quedó atrapado en las redes de su declaración.


- Me tenía cansada, asi que planee matarla en cuanto se me presentara la oportunidad, y se me presentó hoy. No estoy arrepentida, creame, era un estorbo, creo que hay varios en el edificio que me lo van a agradecer. Hasta el marido.

Benitez la miraba impasible, ni siquiera le tomaba declaración por escrito, se limitaba a escucharla y a asentir de vez en cuando.

Zampayo estaba desconcertado. Pálido e incredúlo intentaba contarle a alguien lo que acababa de escuchar, buscando con la mirada a algún compañero, pero todos estaban atareados.

- Hoy cuando salí para ir al super la vi. Estaba ahi, con su sonrisa cínica, torcida, de labios mal pintados y simplemente no pude evitarlo. Usted sabe, el edificio es muy antiguo, asi que me limite a abrir la puerta del ascensor y la empuje. Aun escucho su grito: aaahhhhhhhhhh mientras caia. Despues de eso, baje los diez pisos por escalera y vine para acá.

Si Zampayo estaba en estado de shock con lo que acababa de escuchar, cuando Benitez le dijo que podía irse a su casa casi se desmaya. Juntando todo el valor del que fue capaz entró al despacho de su jefe y sin poder evitar tartamudear le preguntó como era posible dejar libre a una asesina, despues de su propia confesión ademas. Sabía que estaba exponiendose a un despido inmediato, las decisiones de los superiores no se cuestionan jamás, pero simplemente no podia dejarlo pasar. Se habia cometido un crimen, no podia quedar impune.

Benitez se levantó despacio, rodeó el escritorio, y poniendo una mano en el hombro de su subordinado le sonrió. Zampayo se sintió aún más perturbado, sintiendo un rojo color que le subía por la tráquea. Su jefe le explicó que Marcela era muy conocida en la comisaría, venía todas las semanas con una historia nueva. Sufría de un transtorno de la personalidad o algo asi, y  estaban todos acostumbrados a sus apariciones. Simplemente no habia que hacerle caso, nada era real.

Zampayo sintiendose bastante tonto volvió a su puesto, prometiendose estudiar el tema para no volver a pasar papelones.
El telefóno lo volvió a la realidad.

- Quiero denunciar un crimen, a mi esposa la tiraron por el hueco del ascensor, vengan rápido...

domingo, 2 de septiembre de 2012

Pesadillas de una ausencia

Santiago se despertó sobresaltado. Miró la hora y maldijo en voz alta. En el último tiempo cuando se iba a dormir, daba mil vueltas en la cama, mientras el sueño le hacía morisquetas, escapándose, provocándolo... Recién con las primeras luces del alba se quedaba dormido, vencido. Así todas las noches…. En los últimos meses había llegado demasiadas veces tarde. Odiaba las miradas comprensivas de sus compañeros. Mientras se lavaba la cara miró los círculos violáceos debajo de sus ojos que le devolvieron la mirada sin brillo, opaca…Estaba demacrado, había adelgazado varios kilos. Apenas tomó unos sorbos de café, y salió.


En la oficina le costaba concentrarse, necesitó toda la fuerza de voluntad de la que fue capaz para hacer su trabajo. Se sentía agotado, las noches sin dormir se cobraban su precio. Varias veces se sorprendió soñando despierto. Ester aparecía de repente, con su sonrisa a cuestas, envolviéndolo con su perfume de vainilla, haciéndolo reír con sus ocurrencias... Ester se fue de repente, dejándolo vacío, rumiando su dolor, impotente y devastado.

Llegó a su hogar arrastrando los pies, literalmente. Por el pasillo, antes de poner la llave en la cerradura, un delicioso aroma le despertó los sentidos. Se puso tenso sin darse cuenta, era el mismo aroma del pollo a la mostaza que cocinaba Ester… Abrió la puerta, que estaba sin llave, estaba seguro de haberla cerrado esta mañana. Casi se desmaya al ver la mesa preparada y en la cocina una cacerola con el pollo que solía preparar Ester. Fue a su cuarto corriendo, encontró toda la ropa limpia doblada sobre la cama en vez de la montaña de ropa sucia que él había dejado...

Intentó serenarse, el corazón le latía desbocado. ¿Sería posible que Ester hubiera regresado? Si fuera así, ¿dónde estaba? Recorrió la casa sabiendo de antemano que no la encontraría allí, aun así necesitaba asegurarse. Se sentó en la mesa y se sirvió la comida. El pollo tenia exactamente el mismo sabor que el recordaba. Una extraña calidez le recorrió todo el cuerpo, extrañamente relajado. Una sensación de paz que hacía tiempo le era esquiva. Desde esa tarde, todos los días al volver del trabajo encontraba la comida lista, y la ropa ordenada. Por las noches dormía plácidamente, sin pesadillas ni sobresaltos. Nunca pudo comprender lo que pasaba. A veces estaba convencido que se había vuelto loco, la verdad es que no le importaba…

Imagen : El hombre durmiendo- Maria Gallardo