Este mes en el Proyecto de Adictos a la Escritura la propuesta consiste en hacer un relato a partir del título que nos de otra persona. A mi me tocó Aquella puerta en Katmandú propuesto por " La Novia".
El viaje fue larguísimo, interminable. Llegué al hotel .Estaba exhausta así que preferí dormir unas horas y luego salir a comer algo. La cama me atraía como un imán, caí agotada. Tuve un sueño muy extraño, imágenes que se entremezclaban sin sentido. Me desperté empapada en sudor, fui a ducharme.Logré sentirme un poco mejor, aunque el sueño rebotaba en mi cerebro, fastidiándome.
Salí a caminar, era una noche agradable. Busqué un lugar para comer, me sentía famélica. Encontré un sitio acogedor, con aromas atrevidos e invitantes, tomé una gaseosa mientras esperaba la comida. Me sentía bastante más animada y decidí dar una vuelta antes de regresar al hotel. Caminé por callecitas estrechas, con adoquines desparejos, casas viejas, pintadas de amarillos y ocres. Quedé de una sola pieza al ver una puerta, en forma de arco, de madera oscura y muy gastada. Esa misma puerta había aparecido en mi sueño, no tenía ninguna duda. Salí corriendo, espantada. Al llegar al hotel, intenté tranquilizarme. Mi reacción no tenía sentido, me enojé conmigo misma y prometí que mañana bien temprano volvería.
A las ocho desperté relajada y feliz. Mi promesa de ayer empujaba, apretaba en mi cerebro. La ignoré. Después de desayunar decidí pasear por la ciudad, tomar fotos, comprar algún recuerdo, de otro modo mis hermanos menores no me lo perdonarían. Fui exactamente para el lado contrario que ayer, no quería volver "ahí". Me estaba comportando como una idiota, lo sabía, no podía evitarlo. No entendí como aparecí frente a la misma puerta de mi sueño, esa que había intentado ignorar todo el día. Antes de que pudiera reaccionar la puerta se abrió. Ahogué un grito. Frente a mi estaba yo misma, es decir, una mujer idéntica a mí, solo que vestía diferente, con una especie de pañuelo que se cruzaba por la espalda y un hombro, el pelo recogido y tirante hacia atrás. Entre sus cejas una especie de lunar pintado de rojo. Me abrazó fuerte sin darme tiempo a nada. Quería salir corriendo otra vez, sólo que esta vez una fuerza poderosa y desconocida me lo impidió. La mujer me llevó adentro, el lugar me dejó sin aliento. Alfombras y almohadones recubrían todos los espacios, existía un magnetismo indescriptible. Un sitio desconocido y a la vez absolutamente familiar. En ningún momento la mujer soltó mi mano, hasta que me acostumbré a ella. Me transmitía calidez, confianza. De algún modo me completaba, llenaba todos esos espacios vacios que siempre me habían molestado. No entendía lo que estaba pasando, dónde estaba ni con quién, sin embargo una sensación de plenitud se apoderó de mí.
- Bienvenida, por fin llegas, te esperé mucho tiempo. Me reconocí en su sonrisa.
Mis ojos estaban llenos de interrogantes, que saltaban ansiosos por ser respondidos.
- Me llamo Aishwarya y soy tu hermana. Fuimos separadas al nacer. Sus palabras descorrían lentamente un velo que hasta ese momento ignoraba que existía.
Preguntas que nunca fueron formuladas se encontraron con las respuestas que había venido a buscar.
- ¿Como me encontraste?
- Tú me encontraste a mí ¿recuerdas?
Una carcajada liberó la tensión que se anudaba en mi garganta. Abracé fuertemente a Aishwarya, mi hermana. Paladeé esa palabra cual dulce caramelo. Me senté frente a ella y dije:
- Ven, tenemos mucho de qué hablar.